domingo, octubre 23

Capítulo II

No importaba lo que pasara alrededor, los problemas familiares, académicos, deportivos o políticos porque cuando estaba cerca de ella me sumergía en un aura de felicidad comparable a pocas cosas que se os ocurra de este infernal planeta.
Era 23 de Abril de 1963, el tiempo nublado de Londres no hacia sobra al caos de las tempranas guerras mundiales que habían sucedido pero yo ahora estaba inmerso en una canción del magnífico Elvis que no salía de mi cabeza.
Me había quedado al cuidado de mi hermano que a pesar de tener dos años más que yo no se le podía dejar solo en casa. Tenía síndrome de Down y siempre había sido el más mimado de la casa. Aunque yo no estaba totalmente desatendido, esto me ayudó a madurar más rápido que el resto de mi compañeros, es decir, a valerme por mí mismo.
Mi hermano Robert tenía 20 años y me sacaba una cabeza y 30 kilos. Su mentalidad era la de un niño de 8 años pero quizás eso fue la razón por la que siempre he tenido un cariño especial por él, a parte de ser mi hermano era como el niño al que tenía que proteger en cada momento.
En los años siguientes progresaría bastante, incluso a veces hacía deducciones a las que ni siquiera yo llegaba pero la personalidad de niño de primaria seguía inherente a él.
En cuanto a mi querida Yanira, no sabía donde estaba exactamente, la tarde en el parque fue magnífica, de esas que luego recuerdas cuando no te sientes del todo bien. Estuvimos conversando durante un largo tiempo, ya que en el colegio casi no teníamos tiempo para vernos. Hablamos de temas variados, chorradas pero también temas serios. La dije que igual me metía al ejército y no pareció hacerle mucha gracia. Incluso llegamos a hablar de algo que siempre habíamos querido comentar pero no nos atrevíamos a decirlo. Entre broma y broma salió el tema del sexo. Llevábamos 8 meses juntos y sinceramente no era algo que me preocupara pero si había alguna persona con la que quisiera hacerlo, era ella, y ella me dio a entender exactamente lo mismo. Estuve toda la noche sin dormir pensando en ello.
Sin olvidar lo de mi padre... aparecía una vez al mes por casa y siempre borracho... Odiaba los gritos entre mi madre y mi padre, sus discusiones continuas que parecían ir encaminadas al divorcio...
Demasiadas cosas que pensar para una cabeza que había cumplido recientemente la mayoría de edad.

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